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Para muchas personas conducir un vehículo es una parte central de la vida diaria. Les permite desplazarse, llevar hijos al colegio, visitar amigos o salir de vacaciones. Luego de una lesión cerebral adquirida (LCA) muchas personas están ansiosas de poder volver a manejar lo más pronto posible. No poder conducir es usualmente motivo de frustración y a menudo genera sentimientos de dependencia y aislamiento.

Conducir implica mucho más que simplemente encender el automóvil, manejarlo y detenerlo. También requiere múltiples habilidades físicas y cognitivas, como atención, concentración, capacidad para interpretar con precisión situaciones complejas en el camino y reaccionar con calma y rapidez.

Existe un número importante de problemas sutiles y poco visibles que pueden afectar la capacidad de manejar luego de una LCA. Estos problemas pueden incluir:
  • Dificultades físicas, como parálisis en partes del cuerpo, problemas de coordinación motora, debilidad en las extremidades, etc.
  • Problemas perceptuales o visuales. Por ejemplo, fallas en percibir todo el campo visual o visión doble.
  • Disminución de la velocidad de reacción, debido a cambios físicos y/o cognitivos.
  • Distractibilidad o dificultad de sostener la atención por periodos prolongados de tiempo. Asimismo, dificultad para atender a más de una cosa a la vez.
  • Dificultad para anticipar lo que puede suceder.
  • Dificultad para interpretar lo que se ve en el camino, incluidas las señales de tránsito.
  • Comportamiento impulsivo. Por ejemplo, tomar decisiones riesgosas frente a las frustraciones que pueden provocar los retrasos en el tráfico.
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Evaluación de la capacidad de conducción luego de una LCA. Si bien la persona con LCA puede sentir que es capaz de volver a conducir, no se sugiere retomar esta actividad sin consultar a un especialista. Conducir es una de las actividades más riesgosas tanto para el conductor como para terceras personas que se pueden ver afectadas por un accidente de tránsito.

En muchos países es un profesional médico (neurólogo o fisiatra) quien suele determinar si una persona puede volver a manejar luego de una LCA. Dicho juicio suele basarse en la presencia o probabilidad de epilepsia, la existencia de un procedimiento quirúrgico cerebral, así como la especulación respecto a cómo los problemas cognitivos podrían afectar la capacidad de conducción. Existe evidencia sugiriendo que este juicio clínico, por sí solo, no es suficiente.

En casos de personas con lesiones severas y moderadas se recomienda un abordaje multidisciplinario que incluya una evaluación inicial “fuera del camino” y “en camino” por profesionales especializados.

La evaluación especializada, especialmente en personas con secuelas moderadas, debe incluir una evaluación sensorio-motora, visión, audición, fuerza, sensación, rango de movimiento, coordinación, tolerancia de brazos, piernas, cuello y tronco, y movilidad. Es importante determinar si acaso estas capacidades afectan, y cómo afectan, la capacidad de la persona de operar un vehículo. Existen adaptaciones mecánicas disponibles para asistir a la persona en compensar problemas motores y sensoriales.

Habilidades cognitivas que deben ser consideradas en la evaluación son la capacidad de sostener la atención y dividirla en más de una actividad, distractibilidad, velocidad de procesamiento, escaneo visual y orientación, memoria, impulsividad, planificación, anticipación, auto-monitoreo y control emocional en situaciones de estrés. Si bien la información de pruebas neuropsicológicas puede ser útil para determinar potenciales dificultades, el impacto de los déficits cognitivos debe ser evaluado durante pruebas de conducción reales o “en camino”.

Las prueba de conducción real deben determinar cómo la lesión cerebral afecta distintos aspectos del manejo:
  • Nivel Estratégico: Planificar y tomar decisiones respecto a la ruta a tomar y el tiempo de desplazamiento antes de comenzar a manejar.
  • Nivel Táctico: Conducta y decisiones tomadas durante la conducción, como adaptar la velocidad a un área, decidir adelantar, prender luces para mejorar visibilidad.
  • Nivel Operacional: Acciones y decisiones involucradas en el manejo, como la percepción de situaciones de tráfico, uso de controles y espejos.
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Rehabilitación de la capacidad de manejo. Existe cierta evidencia sugiriendo que es posible reentrenar la conducta de manejo luego de una LCA. Por medio de modificaciones y adaptaciones al automóvil es posible disminuir limitaciones motoras y sensoriales. La conducción en ciertas condiciones puede facilitar dicha actividad, por ejemplo, restringiendo el manejo sólo durante el día, en áreas cercanas y sin mayor tráfico. El uso de dispositivos de geolocalización (ej. Waze) puede ayudar con problemas de navegación.

Los programas de entrenamiento de manejo para personas con LCA usualmente consideran sesiones teóricas, práctica en manipulación del automóvil e instrucción “en camino”. Un entrenamiento que se enfoca en las dificultades específicas de cada persona con LCA tiene mayor probabilidad de éxito.
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Referencias

Ponsford, J. (2017). Returning to the community. In J. Ponsford, S. Sloan and P. Snow (eds.) Traumatic Brain Injury. Rehabilitation for everyday adaptive living. Psychology Press: New York.

Brown, C. (2009). Functional assessment and intervention in occupational therapy. Psychiatric Rehabilitation Journal, 32, 162–170.

Association for Driver Rehabilitation Specialists. (2009). Best practice guidelines for delivery of driver rehabilitation services. Hickory, NC: Author.

Lillie, S. (2006). Transportation, community mobility, and driving assessment. In H. M. Pendleton & W. Schultz-Krohn (Eds.), Predretti’s occupational therapy practice skills for physical dysfunction (6th ed., pp. 224–247).

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